Todos sabemos que la potencia de los ordenadores no ha dejado de incrementarse a un ritmo vertiginoso desde la llegada de los primeros equipos personales. La ley de Moore, enunciada por Gordon Moore, uno de los cofundadores de Intel, en los años 60, defiende que cada 18 meses se duplica el número de transistores que es posible integrar en la misma superficie. El plazo que maneja esta observación fue modificado posteriormente por el propio Moore a 24 meses, pero lo realmente importante es que la potencia de cálculo de los procesadores no ha dejado de incrementarse, y su precio de reducirse.
La implantación masiva de la fotografía y el vídeo digital ha provocado que para todos nosotros nuestro ordenador sea una herramienta esencial para administrar y manipular nuestras fotos y vídeos. Lo utilizamos para editar, distribuir y almacenar nuestros contenidos, y todos sabemos que es importante contar con un procesador medianamente potente, bastante memoria principal, un monitor de calidad y un disco duro con bastante capacidad. Sin embargo, casi siempre prestamos poca atención al procesador gráfico de nuestro ordenador, y es más importante de lo que parece. Veamos por qué.
Apuesta por una buena GPU
A diferencia de la CPU de nuestro ordenador, la GPU o procesador gráfico no es un chip diseñado para ejecutar tareas de propósito general. No importa si utilizamos un PC o un Mac; el procesador lleva «la voz cantante» cuando ejecutamos una aplicación, pero cuando el programa tiene una gran carga gráfica la GPU incide claramente en su rendimiento. A todos nos suena que para jugar con un ordenador necesitamos una tarjeta gráfica medianamente potente, o, incluso, muy potente si somos jugones avanzados y nos gusta disfrutar de altas resoluciones y frecuencias de refresco elevadas.
Lo que probablemente no es tan evidente para muchos usuarios es que el procesador gráfico también juega un papel muy importante cuando ejecutamos aplicaciones que nada tienen que ver con los juegos, como las herramientas de edición fotográfica y de vídeo. Todos estos programas tienen en común la necesidad de lidiar con gráficos, pero realmente el motor que se encarga de renderizar las imágenes de los juegos tiene muy poco que ver con las rutinas de manipulación gráfica que utiliza el software de edición de fotografías y vídeos. Aparentemente.
Para entender con claridad por qué la GPU de nuestro ordenador puede influir decisivamente en su rendimiento cuando trabajamos con fotografías y vídeos tenemos que retomar algo que he tratado unas líneas más arriba. Los procesadores gráficos, al igual que las CPU convencionales, también han avanzado mucho durante los últimos años. La arquitectura de las GPU y las CPU es muy diferente porque estas últimas están diseñadas para ejecutar todo tipo de aplicaciones (de ahí su propósito general), mientras que los procesadores gráficos están concebidos para ofrecer un rendimiento muy elevado al generar y procesar imágenes.
Si es paralelizable, mucho mejor
No tengo intención de entrar en detalles farragosos que tienen que ver con la microarquitectura de los chips de nuestros ordenadores, pero en este ámbito nos interesa saber que la arquitectura de las GPU está ideada para permitirles realizar un número enorme de operaciones de cálculo simultáneamente o en paralelo. Este diseño es precisamente el que permite a un procesador gráfico «dibujar» con rapidez cada fotograma de un juego, pero también se puede utilizar esa misma potencia para manipular fotografías y vídeos.
Los fabricantes de procesadores gráficos, como AMD o NVIDIA, se dieron cuenta hace tiempo de que si colaboraban con las empresas que desarrollan el software de edición fotográfica y de vídeo podrían conseguir que estas aplicaciones fuesen mucho más «paralelizables», y, de esta forma, ofrecerían a los usuarios un rendimiento mayor. Grosso modo, un programa paralelizable es aquel que puede descomponerse en tareas más pequeñas que pueden ser llevadas a cabo simultáneamente, y, debido a lo que hacemos con ellos, los programas de edición de fotografías y vídeo pueden sacar mucho partido a la capacidad de cálculo en paralelo que tienen las GPU actuales.
Hoy en día muchos de los programas de edición que utilizamos son capaces de aprovechar la arquitectura de los procesadores gráficos de última generación para optimizar su rendimiento. La arquitectura CUDA de NVIDIA, por ejemplo, es muy eficaz en tareas de descodificación y codificación de vídeo. ¿Mi consejo? Afortunadamente no hace falta gastarse mucho dinero en una tarjeta gráfica muy potente, pero con frecuencia es preferible decantarse por una GPU dedicada que hacerse con un equipo que solo utilice la lógica gráfica integrada dentro del procesador principal. Una tarjeta gráfica de gama media con al menos un gigabyte de memoria suele ofrecer un rendimiento muy digno. Y, si podéis permitiros algo más potente, mejor aún. Lo notaréis cuando trabajéis con vuestras fotografías y vídeos, aunque es importante que comprobéis que vuestro software de edición es capaz de aprovechar la capacidad de cálculo de vuestra GPU.
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