Gracias a un ofrecimiento de Lomography, tuve la oportunidad de ser uno de los primeros en tirar unos cuantos carretes con su nueva joya de la corona, la Belair X 6-12. En concreto, el modelo que he podido probar ha sido la Jetsetter Edition, diseñada en metal y cuero, con los dos objetivos de plástico disponibles, el 90mm de cobertura normal y el angular de 58mm.
Como podéis ver en las imágenes de la galería a pie de post, desde la caja donde viene el kit hasta la cámara y los accesorios están realizados con mimo, cuidando todos los detalles. Está claro que Lomography quiere que nos entre por los ojos desde un primer momento, algo que he podido comprobar en mis semanas con ella: tanto los más neófitos como los aficionados de toda la vida se me acercaban con mucha curiosidad: "¿Esa cámara es nueva o es antigua?".
Sobre la cuidada presentación, y antes de entrar en materia, me toca darle un pequeño tirón de orejas al fabricante: incluir tarjetas de ejemplo con fotografías impresas en cada formato, e incluso paños de seda para cubrir cámara y visores es sin duda de agradecer, pero no vendría mal haber añadido una simple correa poder salir directamente a la calle sin andar buscando en casa alguna que no utilicemos.
Un vistazo a la Belair X 6-12
Empezando por lo obvio, la Belair X 6-12 es una cámara de fuelle, algo poco común en estas fechas y que le da un aspecto que no pasa en absoluto desapercibido. Aunque pueda parecer lo contrario, con el fuelle plegado tiene un tamaño y peso bastante contenido si tenemos en cuenta su otra gran característica: es una cámara de formato medio panorámica con la posibilidad de exponer dos fotogramas a la vez. Si a todo esto le sumamos la posibilidad de intercambiar objetivos, definitivamente queda patente que estamos frente a un objeto con personalidad propia.
Continuando con el repaso a sus características, el visor es intercambiable (algo bastante obvio, siéndolo los objetivos), y no desmerece al conjunto: es amplio, cómodo, y por encima de lo que nos ofrecen la mayoría de cámaras lomográficas. Sobreimpreso al mismo sólo tenemos tres juegos de marcas correspondientes a los tres formatos con los que podemos trabajar: cuadrado (6x6), estándar (6x9) y panorámico (6x12).
Siguiendo con el cuerpo, encontramos una zapata estándar de flash, un botón inferior para desplegar el fuelle, una ruleta para definir el ISO (entre 50 y 1600, con un modo bulb para exposiciones largas), y un sensor para el exposímetro. Ya en el objetivo tenemos indicaciones para el enfoque (1m, 1'5m, 3m e infinito) y un selector de apertura (f8 y f16).
¿Exposímetro? ¿Alguien dijo exposímetro? Efectivamente, gracias a dos pilas de botón de 1.5V la cámara tiene un sistema de exposición automático muy similar al de la gama Lomo LCA: apretamos el obturador (una palanca en el lateral del objetivo, por cierto), y esperamos sin levantarlo hasta que la cámara de por finalizada la exposición. Este sistema nos hará trabajar en la práctica en modo de prioridad a la apertura, con velocidades que van entre los 1/125" y los 30".
¿Y si se acaban las pilas? No todo está perdido: en ese caso la cámara disparará siempre a la velocidad mínima de 1/125", que combinado con ya mencionadas las aperturas de f8 y f16 nos daría exactamente unas posibilidades y una usabilidad que nos recuerda a la clásica Holga, por ejemplo.
Opciones, objetivos y máscaras
Si nos decidimos a comprar la cámara, tenemos bastantes kits a elegir. En cuanto a los cuerpos, tenemos tres alternativas, Cityslicker (en plástico negro, la más ligera y asequible), Jetsetter (en metal plateado y cuero marrón, la versión analizada) y Globe-trotter (similar, pero con piel estilo serpiente), en orden ascendente de precio.
Sobre las ópticas, pude probar los dos objetivos de plástico "al estilo Lomo", un 90mm f8 y un angular 58mm f8. Si preferís pensar en formato estándar de 35mm, trabajando en 6x6 equivaldrían a 52mm y 32mm respectivamente, ampliándose la cobertura hasta los 32mm y 21mm si preferimos el formato panorámico de 6x12.
Recientemente se han presentado dos alternativas con mucha más calidad, con un cuerpo más sólido y cristal multi-capas. En ese caso abandonamos el mundo angular y disponemos de opciones de 90mm y 114mm. Las aperturas se mantienen, como siempre, a elegir entre f8 y f16. Me encantaría poder probarlas, porque prometen un importante salto de calidad.
Finalizando con la parte más aburrida, queda por comentar que junto con la cámara tenemos las máscaras correspondientes a los tres formatos disponibles, que tendremos que colocar siempre antes del carrete de 120 que vayamos a usar. Nuevamente, si habéis usado cámaras como la Holga, conoceréis el sistema.
A la calle con ella
Sin ánimo de ser pesado, permitirme recordar una vez más que ésta es una cámara lomográfica, por muy poderoso que sea su aspecto en comparación con otras alternativas más coloristas de los austríacos. Con esto quiero decir que su entorno natural es la fotografía desenfadada, callejera y rápida, donde un clic no implica necesariamente una fotografía perfecta y controlada, sino más bien una obra personal que sólo se desvelará tras el revelado.
Aún así, la Belair nos da una sensación de peso y control que se acerca a gamas superiores: pese a no tener empuñadura, su tamaño proporciona una buena ergonomía, y el visor grande y luminoso se hace muy agradable al uso. Esta sensación estabilidad puede perderse un poco por el hecho de que el disparador se acciona hacia abajo en un lateral. Como tampoco tenemos indicación ninguna de cuánto estará abierto el obturador hasta que finaliza la captura, conviene ser precavidos y cogerla con fuerza cuando la iluminación no sea óptima.
Otros errores de novato que podemos cometer fácilmente hasta que nos hacemos a ella es no desplegar el fuelle antes de la foto (sí, pasa en las mejores familias), o también olvidarnos de la combinación de máscara y objetivo usados, a la hora de seleccionar el encuadre en el visor o de pasar la foto. Esta acción, por cierto, es completamente manual, lo que permite hacer cómodamente dobles exposiciones, pero nos exige una cierta disciplina, especialmente en el formato 6x12, donde tendremos que pasar las tomas de dos en dos para evitar solapamientos.
Estos saltos de toma harán que los carretes de 120 nos duren menos que nunca: a saber, las conocidas doce exposiciones en formato 6x6, y nueve en 6x9, se verán reducidas a sólo seis en 6x12: lo que sería una pequeña ráfaga en nuestra digital, aquí puede representar toda una sesión.
6x12 para las masas
Si nunca habéis trabajado en "pequeños grandes formatos", el 6x12 es poderosamente adictivo y llamativo: no sólo por la proporción panorámica, a la hora de componer y trabajar la imagen, sino también porque el tamaño de los propios negativos, de algo más de 10 centímetros de ancho. Es una sensación curiosa ver por primera vez una diapositiva, como la que tenéis justo arriba, a un tamaño que parece ya propio de una ampliación.
El contra de todo esto es que los objetivos de plástico se ven insuficientes para tanto negativo. Si pensamos exclusivamente en el nivel de detalle, un recorte panorámico de una fotografía de 35mm de una cámara de gama media puede perfectamente tener la misma información o más. Por eso mismo, la decisión de adquirir una cámara con esta se hace con el corazón y el estómago antes que el cerebro: buscamos sensaciones de uso antes que resultados.
Algo similar ocurre con las filtraciones de luz, que en mis pruebas estuvieron especialmente presentes incluso tratándose de una Lomo. Por un lado me explicaron desde Lomography que sus carretes utilizan un papel grueso que puede recogerse mal en el chasis y provocarlas, pero también es cierto que me ocurrió en otros que no eran suyos, seguramente por torpeza por mi parte a la hora de trabajar con los carretes (es cierto que encontré algo duro el enganche y a veces me costó sacarlos). Ante la duda, recomendaría no exponer la cámara a mucha luz al quitarlos, y meterlos después rápidamente en la mochila.
Aquí quiero incidir también en otro problemilla, y es que el manual podría ser más explícito en detalles como éste, o en la colocación de las pilas, con algún que otro esquema que ayudase a los más neófitos. Aquí viene al rescate su página web, pero no todos los usuarios la conocerán o la tendrán a mano.
Volviendo a los posibles defectos, existe una cierta distorsión y un ligero viñeteado, además la típica suavidad en toda la toma que se vuelve muy notable al aproximarnos a las esquinas, pero ninguno de estos defectos es especialmente grave en comparación con otras cámaras Lomo, especialmente teniendo en cuenta el doble salto mortal que supone la amplia cobertura angular que podemos conseguir. A continuación tenéis un ejemplo que demuestra bastante lo que podéis encontrar en los casos más extremos.
¿Es para mí?
Llegados a este punto, tenemos claro que la cámara se sitúa como un amalgama de lo mejor de todas las Lomos, permitiéndonos trabajar "al estilo Holga" (objetivo de plástico, 6x6, películas Lomo, filtraciones de luz) o con especificaciones de gamas más altas (objetivos de cristal, 6x12, flash, exposímetro, largas exposiciones, etc.) si invertimos más dinero. De momento, las fotos con los nuevos cristales rusos prometen, pero sin probarlos no pondría aún la mano en el fuego en este tema.
En cualquier caso, centrándonos en la gama del fabricante, la Belair X 6-12 se coloca estupendamente en su catálogo, partiendo desde unos 249 euros para la City Slicker con un único objetivo, un precio comparable al de la clásica LC-A que ahora parece menos apetecible. Si buscamos los objetivos de cristal ya subiríamos a precios entre los 408 y los 617 euros, pero nuevamente cuesta valorar la inversión sin tener aún más resultados.
No podemos olvidarnos de la polémica que siempre acarrea este movimiento, que muchos tachan de caro y elitista, pero siempre he pensado que esta discusión se disipa en las Lomo que tienen personalidad propia, como la Spinner 360º o la Lomokino, que difícilmente podemos comparar con ninguna otra.
La Belair se coloca en cierta manera en esta posición, ofreciendo un conjunto que no podemos conseguir en otro fabricante, y que tiene ánimo de evolucionar a un sistema completo. Su competencia, de hecho, se encuentra más en la segunda mano que en ningún catálogo actual. Los fans del fuelle quizá quieran buscar en los mercadillos una Agfa Isolette, y los aficionados en general al formato medio suspirarán por una Rolleiflex, pero la experiencia en cada caso será tan única e interesante como distinta a esta Lomo.
En resumen, no puedo negar que valoro muy positivamente esta apuesta por dar a los lomógrafos algo distinto y atractivo, con una gama de precios y opciones bastante variada. Pero, por otro lado, tampoco se puede negar que la lomografía no es para todos, y la gran mayoría de aficionados preferirá invertir este dinero en una cámara de resultados más sólidos y fiables. La decisión, como siempre, la tenéis vosotros.