Como ya os adelanté hace unos meses, la visita de Robert Adams al Museo Reina Sofía de Madrid iba a ser la gran cita expositiva del comienzo de año en la capital. Y ya la tenemos aquí. Concretamente en la tercera planta, en el espacio arquedado reservado a las exposiciones temporales.
Robert Adams llega con una gran retrospectiva donde se dan cita sus mejores trabajos y los libros que son una parte importantísima de su carrera. Este fotógrafo que llegó a esta disciplina tras haberle sido encargado un trabajo de documentación, ayer me hizo volar casi literalmente con sus imágenes del oeste americano.
Nuestra empatía hacia el oeste americano
Normalmente todos empatizamos con un tipo de trabajos u otros, con un tipo de imágenes u otras, por alguna extraña razón que aún no he llegado a comprender, la estética de los años 70 americanos, sus dinners, sus casas de madera prefabricadas en medio del desierto, los coches y furgonetas, la soledad y la aridez del paisaje, hacen que me transporte al lugar como si realmente hubiese paseado por allí en otro tiempo.
Por ello, cuando al entrar a la exposición me topé con esas primeras imágenes tan bien compuestas, tan bien tratadas en blanco y negro, tan limpias y con tanta carga de soledad y profundidad aún siendo únicamente estampas ya antes asimiladas a través de otros fotógrafos o del cine (e incluso de la pintura), no pude sin embargo dejar de emocionarme.
Para más INRI a esas primeras imágenes se les une una pequeña serie sobre Suecia, otro de mis paraísos sobre la tierra a nivel visual. Y no sólo éso si no que también se dan cita sus fotografías nocturnas, hipnóticas en el sentido de cómo compone los espacios para que sólo aparezca iluminada una zona gracias a la luz de una farola, creando así una atmósfera natural que perdonadme ya la quisiera Gregory Crewdson para sus fotos.
Detalles que le hacen único
Su fotografía tiene tres detalles que llaman poderosamente mi atención (y espero también la vuestra). Primero su manera de componer la imagen. Como utiliza los recursos a nivel arquitectónico, por ejemplo, para crear profundidad entre un árbol en primer plano y una casa al fondo formando una toma armoniosa. Pero también cómo a veces rompe con ello al plantarnos (nunca mejor dicho) ese árbol tapando lo que hay detrás para no dejar que veamos más allá.
En este sentido nos rompe en pedazos como espectadores, sobre todo cuando el que mira la foto está acostumbrado a observar (y también disparar) imágenes perfectamente encuadradas y limpias en una trayectora visual lógica para nuestra mirada.
Otro detalle que también le hace muy interesante es la homogeneidad en todos sus años de trabajo. Y es que si observamos sus fotografías más actuales, podemos pensar perfectamente que fueron tomadas hace 30 años. Sobre todo en aquellas donde refleja el mar u otros espacios naturales donde no hay referencias a nivel de paso del tiempo por medio de automóviles u otros objetos contemporáneos.
Y el tercero y ultimo (aunque puede que haya muchos más), su continua lucha a través de la fotografía para concienciar al ciudadano de su deber de preservación de la naturaleza. En este sentido uno de sus trabajos más activos con la causa fue "Turning Back", cuyas fotografías no sólo podemos contemplar en la exposición sino a través de su libro donde hace una protesta abierta contra la deforestación en Estados Unidos.
En resumen
"Robert Adams: el lugar donde vivimos" no es sólo una retrospectiva de todos sus años de carrera, es también una manera de acercar la fotografía de este autor al público europeo, de abrir los ojos hacia norteamérica pero desde una consciencia de respeto por la naturaleza que se hace extensible al resto del mundo. Es una muestra para disfrutar en silencio, que te lleva poco a poco y sin hacer ruido a un estado que te deja demolido en las últimas salas. Aún así es absolutamente recomendable, pocas exposiciones consiguen remover tanto y pocas veces, también, tenemos la oportunidad de disfrutar de esa catarsis en vivo.
Más información | Museo Reina Sofía
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