El fotógrafo sevillano Rafael Sanz Lobato ha obtenido, ayer miércoles 26 de octubre, el Premio Nacional de Fotografía 2011. Galardón que es otorgado por el Ministerio de Cultura y está dotado con 30.000 euros. Según refleja el acta del jurado, que le ha concedido el premio por unanimidad, “su obra constituye un puente entre la nueva vanguardia neorrealista de la posguerra y los métodos de observación fotográfica posteriores al 68.”
Rafael Sanz Lobato nace en Sevilla en 1932, en 1956 compra su primera cámara fotográfica y, aunque parezca raro, no es hasta iniciados los años 70 cuando pasa al terreno profesional. Su historia esta llena de momentos donde transformar el mundo. Y es que muchas veces olvidamos, como fotógrafos, nuestro papel como transformadores de la realidad. Rafael ha tratado de reflejar la “transformación del mundo rural tradicional y las culturas populares” en una época en la que su trabajo funciona a modo de imaginario colectivo para no olvidar cuál es nuestra historia.
Destaca el jurado su labor antropológica y documental como un rasgo en el que debiera fijarse el fotoperiodismo contemporáneo. Para el jurado, Sanz Lobato representa a una “generación puente entre los 50 y los 70 cuya visibilidad (que no representación) ha sido relativamente menor en la cultura fotográfica española, por coincidir con un cambio de época histórica y política. Sus imagenes tratan de documentar y reflecjar tanto la vida en el campo como sus tradiciones y costumbres. Muchas de ellas mantenidas hasta hoy en día. Decir que es Sanz Lobato el que seguro es uno de las influencias de Cristina García Rodero, a la que conocemos sobradamente por sus trabajos sobre las tradiciones de nuestro país. Una emotividad cargada en blanco y negro.
Quiero terminar citando unas declaraciones suyas en Europa Press en las que dice: “Lo digital ha entrado en la fotografía como un elefante en una cacharrería” así como “Amo tanto la fotografía que cuando veo algún golfo que se aprovecha de ella, siempre lo he denunciado”. El lenguaje sencillo y llano de este hombre, que ya casi no puede realizar aquello que ama, la fotografía, deben recordar a los fotoperiodistas de hoy su labor como transformadores del mundo. Y como decían nuestras abuelas: “Las cosas claras y el chocolate espeso”.
Via | El País | El Mundo | Europa Press
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