Éramos pocos y parió la abuela. Así se expresaría el refranero popular al enterarse de que la policía española, en boca de su presidente Ignacio Cosidó adelante que se está estudiando la posibilidad de prohibir la toma y difusión de imágenes, sonido y datos de los miembros y fuerzas de los distintos cuerpos de seguridad del estado cuando éstos se encuentren en el ejercicio de sus funciones y se les ponga en riesgo a ellos o al éxito de la operación.
Es de sentido común. Un fuego no se apaga alimentándolo con más leña y resulta que el fuego en las calles españolas no ha hecho más que encenderse. Con tanta manifestación como se está sucediendo últimamente y las actuaciones policiales puestas en tela de juicio con imágenes tomadas por periodistas y manifestantes, no parece el mejor momento para sugerir tal medida porque, más que a seguridad, suena a censura.
Es cierto que en este caso esa línea que separa la seguridad de los agentes y sus operaciones y la censura es extremadamente delgada y por ello el debate requiere una profunda reflexión. Hemos visto actuaciones policiales en las que no se ha respetado el principio de la proporcionalidad de la fuerza pero también hemos visto imágenes de agentes de paisano que verdaderamente suponen una merma en la eficacia de las técnicas policiales y ponen en peligro su propia seguridad.
Y todo ello sin entrar a valorar el absurdo que supone pretender poner puertas al campo. ¿De qué manera evitas que alguien pueda fotografiar con su cámara o su teléfono estas actuaciones en cualquier manifestación? Se pueden usar inhibidores de frecuencia que hagan imposible publicar una fotografía inmediatamente haciendo uso de la red móvil pero en ningún caso hacer la fotografía y publicarla después.
Foto | Laura Tárraga en Flickr
Vía | El Mundo | El País
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