El almacenamiento es uno de los elementos técnicos más importantes en la fotografía. Con el incidente de la semana pasada sobre un astronauta que salió al espacio con una GoPro sin memoria SD, la comunidad fotográfica comenzó a plantearse de nuevo la siguiente pregunta: ¿Por qué las cámaras no cuentan con un almacenamiento interno?
Las ventajas
Es claro que si hay un elemento tan importante (pues sin memoria no hay fotografías) sería lógico que las compañías incluyeran en estos equipos por los que se paga tanto una memoria interna. Elemento que le agrega un valor de fiabilidad a las compañías y que salvaría a un fotógrafo de situaciones incómodas como el olvidar una SD o tener una tarjeta que se ha corrompido o dañado por algún motivo durante una sesión.
Como fotógrafos, también podríamos usar esta memoria interna para guardar un respaldo interno de aquellas tomas que sabemos que pondremos cinco estrellas en el proceso de selección al ir al laboratorio digital. Además de la usual protección de bloquearlas para no borrarlas por accidente si necesitamos espacio rápidamente, los respaldos inmediatos son de gran ayuda para agilizar las sesiones.
Como reporta SRLLounge, las memorias de estado sólido son rápidas y tiene una expectativa de vida larga. Así que es muy poco probable que haya problemas sobre esta pieza de hardware y tampoco habría una reducción en el desempeño de la cámara.
Pero…
Aprovechando el último punto, hablamos que sería muy poco probable tener problemas con la memoria integrada. Sin embargo existe una probabilidad. En el caso que ocurra un daño a la memoria interna los problemas para el fotógrafo son mucho mayores: primero puede haber un bloqueo de la cámara con un mensaje de “error en la memoria interna”. Segundo, los costos de reparación serían más elevados al tener que desarmar y rearmar la cámara.
Ahora hablemos sobre las prácticas profesionales. Para disminuir el riesgo de corrupción de memorias, muchos fotógrafos suelen cambiar seguido (cada uno o dos años) las tarjetas que utilizan. Aunque una buena memoria tiene una vida de 10 años y el promedio de las gama medias están en 5 años, una mala memoria puede dañarse en meses. El no poder tener un control sobre este ‘mantenimiento’ de las memorias presenta un problema para los más organizados.
Dentro de estas prácticas están los propósitos. ¿Soy un fotógrafo de paisaje? ¿Hago algún tipo de fotografía social y disparo por montón? ¿Hago vídeo? En mi caso, soy fotógrafo de paisaje y, en mis salidas, 32 gigas son suficientes para una semana de recorrer un lugar. Pero cuando grabo vídeo (1080p a 29,97fps en codec H.264), cada memoria de 32 gigas son alrededor de 43 minutos de material que puedo grabar; y si solo dependiera de la memoria interna quedaría muy corto. Nuestras prácticas determinan la cantidad de memorias, la capacidad de almacenamiento y las tasas de transferencia que debemos manejar por trabajo.
Para realizar un respaldo del material, el tener una memoria integrada implica que la cámara debemos conectarla a un ordenador, tener el cable de conexión y (en ocasiones) un software del fabricante para descargar esas fotografías. Quiere decir que para una sesión en localización será necesario más equipo, que es más pesado que un estuche de memorias. Hemos mencionado antes que ya hay sistemas de respaldo sencillos como el Gnarlbox, donde solo necesitaríamos esas SD y un móvil para respaldar nuestros archivos en localización a un disco duro fiable.
La realidad
Existen modelos de alta gama con memoria interna como la Leica TL2, que incluye una memoria interna de 32GB con posibilidad de expansión. Sin embargo es algo raro entre los desarrolladores de cámaras. Como mencionan en el artículo de SLRLounge, las cámaras y demás dispositivos electrónicos tienen una obsolescencia planeada. Esto influye en vender a un precio con menor retorno de ganancia inmediata pero que aumente las ventas de dispositivos a largo plazo. Es una de las razones que hacen tan fiables las cámaras analógicas, una DSLR como la Canon AE1 (de la década de los setenta) puede seguir en perfecto funcionamiento, mientras que cámaras digitales de 2010 ya están llegando a sus últimos días.
Cada componente extra que agreguen a la cámara hace más caro el dispositivo (como ocurre en los móviles, donde la diferencia de precio en memoria puede significar 200 euros más). Sin embargo, en cámaras esto implica que la expectativa de vida de un dispositivo es más grande por parte del consumidor. Si se que mi DSLR dura 10 años y entre comprar el mismo modelo prefiero migrar a otra cámara que es más cara, estoy esperando no tener que cambiar de cámara hasta dentro de 15 años.
Otro motivo está en que cada vez los cuerpos son más compactos. Esto implica que el espacio de la cámara debe ser optimizado para agregar más juguetes como Wi-Fi integrado y Bluetooth para una conectividad móvil. La memoria integrada con memoria expandida es un espacio que, aunque se puede lograr, es ineficiente para los desarrolladores. A nivel de diseño, es menos riesgo el que el usuario elija y se haga responsable del almacenamiento, y así la compañía se enfoca en elementos de valor agregado que atraigan a los consumidores.
Aunque la verdadera razón es que es mal negocio para las compañías integrar una memoria interna, en realidad no hay tantas ventajas para pedirle a estas integrar un sistema de almacenamiento interno.
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Imágenes | Sergio Fabara, Binarysequence (via Wikimedia), Sven (via Flickr),