Lo reconozco, siento absoluta debilidad por la fotografía inspirada en la pintura. La misma que juega con la plasticidad de la formas y el trampantojo de las texturas. En la exposición "Vogue, like a painting" podemos encontrar a la musa materializada en poses icónicas, en acuarelas que se desvanecen, en escenarios palaciegos y pinceladas de luz que nos hacen soñar con los maestros de la más grande de las bellas artes.
Esta muestra es un catálogo compuesto por 62 imágenes, algunas de los mejores fotógrafos que ha dado la historia de la fotografía. Tim Walker, Irving Penn, Annie Leibovitz o Mario Testino entre los nombres que las firman. Todos ellos con una impecable trayectoria en el mundo de la moda que nunca han ocultado su inspiración en el arte de la pintura.
En esta exhibición confluyen varias maneras de entender esa inspiración, y precisamente en esa heterogénea reside su encanto. No es simplemente un portfolio de fotografías que nos remiten a la pintura de forma obvia, sino que hay lugar para otras composiciones que nos hacen ejercitar la mente hacia otros lenguajes dentro de la disciplina pictórica, hacia otros autores, hacia otras maneras de interpretar las señales. Además es la primera vez que una revista, en este caso VOGUE, entra en el Museo Thyseen. Yolanda Sacristán, su directora en España, nos habla de la relación de esta publicación con el mundo de la fotografía y sus autores:
Fue Vogue la precursora de la fotografía de moda cuando, ya en la década de 1920, empezó a reemplazar sus portadas ilustradas por imágenes de artistas tan revolucionarios como Edward Steichen, quien llevaba desde 1911 experimentando con el retrato de moda. Fue él mismo junto con otros grandes colaboradores de Vogue -Cecil Beaton, Horst P. Horst e Irving Penn, principalmente- quienes transformaron el género en una forma de arte excepcional, sentando las bases de la fotografía moderna.
Para comenzar vamos a hablar de un fotógrafo que es una pieza clave, cuyas fotografías se organizan por las salas de la exposición como puntos conectores. Paolo Roversi, aunque a veces inspirado en poses que nos recuerdan a Julio Romero de Torres y a Modigliani, mezclado con tintes del arlequín picassiano y toques dadaístas, consigue con su técnica que hagamos una abstracción, la cual nos permite conectar inmediatamente con la pintura por la sensación plástica de sus imágenes.
Le ocurre lo mismo a Grant Cornett y a Nick Knight. Sus fotografías de bodegones nos presentan a las flores como sus modelos, consiguiendo que sea dificil discernir si estamos ante un cuadro hiperrealista o una fotografía. Es la inversa del ejercicio al que estamos acostumbrados cuando nos disponemos delante de una pintura que nos engaña con su sensación de realidad.
En este sentido hay una fotografía de Clifford Coffin, tomada en 1949, que atiende directamente a esa misma sensación. Varias modelos en traje de baño con gorrito aparecen sentadas en una duna de arena. La delgada línea que separa la pincelada pictórica del grano de película nos hace preguntar si no estamos ante un cuadro.
Las grandes escenografías, inspiración del Neoclásico y la pintura historicista del XIX
En otro estrato están los fotógrafos que se basan en las grandes escenografías y super producciones a nivel estilístico. Tim Walker en este sentido podría ser la estrella de esta exposición con sus composiciones a gran escala. Hay varias fotografías muy potentes, como aquella en la que aparece Stella Tennant emergiendo de un marco gigante poblado de vegetación.
Annie Leibovitz también tiene su espacio. Muy interesante ese cara a cara con Cecil Beaton a través de sus fotografías de reparto coral (como diríamos en el cine), donde aparecen muchos personajes en una estancia palaciega, ataviados en el caso de la americana con ropajes de Maria Antonieta, y con vestidos de gala voluptuosos (años 50) en lo que corresponde al fotógrafo inglés.
Estando en el Museo Thyssen no podían faltar los guiños a Hopper (recordamos aquella fantástica exposición hace algunos años), gracias a Glen Luchford con una estampa de luces y líneas rectas a través de una habitación de hotel en Nueva York y a la fotografía de Camilla Aranks, donde aparece Claudia Schiffer ensimismada en sus propios pensamientos.
Son muchas las fotografías con las que podríamos disertar y muchos los autores que me dejo en el tintero, pero quisiera terminar con la fotografía que ya se ha convertido en icono de la exposición y que para mí engloba todo lo que esta muestra quiere reflejar. Estoy hablando de la maravillosa Ophelia de Mert Alas y Marcus Piggot. Mezcla de elegancia, luz pictórica y mito de la literatura y la pintura, es una obra imprescindible para entender esas conexiones entre las artes y la moda.
En el minisite del Museo Thyssen podéis encontrar textos, citas de los propios fotógrafos así como muchas más conexiones y reflexiones. No perdáis la oportunidad de ver esta exposición, como ya dije en otra ocasión, es un lujazo para el sentido de la vista. Una muestra no sólo para acercar varias disciplinas al público sino para encontrar inspiración en cada pincelada de luz.
Más información Museo Thyssen
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