El último invento de los chicos de Lomography no es ni tan siquiera una cámara de fotos, aunque suponga una vuelta atrás al verdadero significado de los 35mm: el cine, embebido en la carcasa low-fi y low-cost, en una suerte de tomavistas lomográfico, envuelto en el hilo de exclusividad y el mimo al detalle al que acostumbra la firma.
Una vez cargado un carrete estándar, a golpe de manivela conseguiremos a un ratio de hasta 5 tomas por segundo, sacando unos cuantos segundos de vídeo de las 144 tomas en las que la cámara divide la película, ya que cada una ocupará aproximadamente una cuarta parte del negativo.
Los controles manuales, como siempre, son los mínimos imprescindibles: dos aperturas (f5.6 y f11), dos enfoques (macro y normal), un contador de exposiciones realizadas, y un obturador fijado en 1/100". Recordad que hablamos de lomografía, y nada puede distraernos de sus conocidas diez reglas.
Para no tener que esperar con el escaneado y montaje del film, podemos adquirir el LomoKinoScope, un visor de películas que trabaja directamente con los negativos. Ambos elementos cuestan 89 euros en su tienda (65 si sólo queremos la cámara), pero como siempre es complicado valorar este factor, porque no compramos practicidad, sino sensaciones: tocar la película, ver los frames, hacerlos saltar…
La presentación de este gadget retro se ha hecho simultáneamente en muchas capitales de todo el mundo, en fiestas temáticas con gran abundancia de claquetas, palomitas, y glamour en formato cool y plasticoso.
Si os ha parecido interesante, podéis ver bastantes vídeos hechos con esta cámara en su página web. Ahora que los fabricantes declaran obsoletos los 1080, una ración de película puede ser una buena cura de desintoxicación tecnológica.
En Lomography | Micrositio de la LomoKino
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