Hace apenas mes y medio, hablábamos de una posible adquisición de Kodak que parecía estar calentando el panorama internacional a medida que los gigantes de la alta tecnología – como Google, Microsoft y Apple – habían entablado una guerra de acaparamiento de patentes. Unos días antes, Google acordaba la adquisición de Motorola por 12.500 millones de dólares con el claro objetivo de arrebatar los cerca de 25.000 patentes de propiedad de la fabricante de teléfonos móviles. Bloomberg decía que las patentes de Kodak podían valer cinco veces más que la propia empresa. Tal vez sea éste, el principio del fin.
Al parecer las cosas no van bien en Kodak, y eso crea gran nerviosismo. Un mal que arrastra desde hace años, fruto de su incapacidad para competir en la era digital. Hasta el punto de que el mero anuncio de haber contratado los servicio de Jones Day, uno de los bufetes especializado en reestructuraciones, hizo temer por una inminente suspensión de pagos y provocó el desplome de sus acciones
Kodak cerró la jornada de ayer con una caída del 53%, tras llegar a perder casi dos terceras partes de su valor bursátil. Minutos después, logró rectificar buena parte del desplome, con un alza del 40%, tras anunciar la dirección en Rochester (Nueva York) que “está comprometida con cumplir sus obligaciones” y dejar claro a los inversores que “no tiene intención de suspender pagos”.
No le quedan opciones a Kokak, no demasiadas. Y vender sus patentes no es la solución. Quedarse sin el rendimiento que le ha dado el conocimiento acumulado durante décadas, es perder exponencialmente su potencial. Un gigante con el paso cambiado que quiso mantenerse en sus trece y que el tiempo lo está devorando. Ni siquiera trabajos tan interesantes como el de la Pentax 645D, una montruo de medio formato con un sensor de Kodak de 39 megapíxeles, parecen poder salvar a la reina del baile. ¿Será el principio del fin?
Via | El País
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