La noticia es que Instagram alcanza los 4,25 millones de usuarios registrados los cuales están subiendo fotografías a una media de 10 por segundo, cifra verdaderamente impresionante pero la reflexión es otra. Esta aplicación está disponible solo para aquellos que mordieron la manzana y por ello esa cifra de más de cuatro millones de usuarios se queda en mera anécdota a la hora de contabilizar a la gente que ha casado la fotografía con las redes sociales. Las reglas del juego han cambiado.
En este nuevo escenario los usuarios no se conforman con hacer fotografías para luego descargarlas en el ordenador, ahora además quieren poder jugar con ellas aplicando distintos efectos y compartirlas de inmediato en las distintas redes sociales que frecuentan o directamente de persona a persona. Esto, hoy en día, es coto privado al que solo tienen acceso los smartphones y sus, cada vez más potentes, cámaras.
Asistimos, creo, a la muerte del concepto de cámara compacta y pienso además que la industria fotográfica lo ha asumido y por ello se ha embarcado en el proyecto de las cámaras sin espejo, pequeñas pero con una calidad extrema, porque son conscientes de que ya no pueden competir con las posibilidades que ofrece la "fotografía 2.0", si me permitís llamar así a la fotografía interactiva, inmediata y más social que la industria de la telefonía sí puede ofertar.
Un claro ejemplo de esta nueva realidad está en la fotografía que tomó Jacobo Méndez sobre el movimiento del 15-M y que según le cuenta a los compañeros de Quesabesde en unas horas pasó de Twitter a ser portada en el diario El País. Pero no es oro todo lo que reluce en este binomio fotografía-redes sociales. Saltaba la polémica hace unos días a raíz de los cambios en los términos y condiciones de uso de Twitpic, un popular servicio usado para compartir nuestras fotografías en distintas redes sociales. Ahora podrán comerciar con cualquier imagen que subamos mediante su servicio aunque no perdamos ninguno de nuestros derechos sobre ella. Tened, pues, cuidado con la letra pequeña.
Foto | Keo 101