Esta semana han inaugurado una exposición en el Museo del Prado de Madrid para empezar a conmemorar el bicentenario de su creación. 'Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria' cuenta la trayectoria del museo desde su creación y su relación con la sociedad. Veremos cuadros, conoceremos historias y aunque parezca mentira, hay fotografías.
El Museo del Prado es uno de los grandes tesoros de la humanidad. Es la culminación del arte. El lugar que deposita el saber de los grandes maestros de la pintura. Allí están Velázquez, Goya, el Greco, Tiziano, Rubens, Durero, Fra Angélico, Rafael... todos los genios de la pintura. En 1819 comenzó su camino uno de los museos más importantes del museo gracias a las colecciones reales y a la desconocida figura de la trágica reina María Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII. Ella no lo llegó a conocer, pues murió en diciembre de 1818, casi un año antes de su apertura, el 19 de noviembre de 1819.
En aquellos primeros años, con poco más de 300 obras expuestas, con suelos de barro que impedían que se abriera en días de lluvia, empezó a aumentar su legado. Poco después de la muerte de Fernando VII, la desamortización de Mendizabal en 1835, que buscaba la financiación del Estado, el impulso económico de las clases burguesas y romper el poder económico de la Iglesia dio lugar al museo de la Trinidad, que se encontraba en la actual plaza de Benavente.
En ese museo se agrupó todo el arte de los conventos abandonados del centro de España y se fusionó tres décadas después. Con el paso del tiempo la olvidada pintura española entró en el imaginario de la cultura europea. Velázquez se convirtió en un mito e ir a Madrid a descubrirlo se convirtió en una obligación para los artistas europeos.
El museo se nacionalizó el 23 de febrero de 1872. Entonces fue cuando se agrupó con el mencionado museo de la Trinidad y provocó, por la ingente cantidad de obras, el famoso Prado disperso. Fuera de sus imponentes paredes hay más de 3200 obras en pueblos como Ciudad Rodrigo (Salamanca) o Navas del Marqués (Ávila).
El paso del tiempo en el museo y la fotografía
No podemos olvidar que la fotografía se presentó al mundo en 1839. Y que muy pronto llegó a España. Y aunque parezca mentira, en los inicios del museo del Prado se podían hacer fotos. Es verdad que no todo el mundo portaba una cámara pero gracias a los colodiones de Jean Laurent o José Lacoste hoy sabemos cómo era el museo y sus visitantes, los que lo mantienen vivo y con sentido.
Poco a poco se van documentando las salas de entonces. No quedaba ni un espacio libre. Lo importante era juntar el trabajo de cada artista fuera como fuera, sin rigor alguno. De hecho, en algunas salas de la exposición se recuerda lo abarrotado de aquella propuesta. Incluso hay una ampliación de uno de los fragmentos del famoso grafoscopio de Laurent.
Este invento, único en el mundo, fue registrado el 24 de febrero de 1882. El mismo fotógrafo hizo una serie de fotografías de la galería central que se pueden ver en el único grafoscopio que se conserva en el mundo. Es un dispositivo que permitía ver una fotografía panorámica avanzándola con un juego de rodillos.
Pero es que este autor de reconocido prestigio, tuvo la exclusividad de fotografiar el museo entre 1879 y 1890, de ahí la importancia de su trabajo y la presencia de algunos colodiones de pequeño tamaño en la exposición.
El colodión es un barniz sensibilizado con nitrato de plata. Requería ser usado justo antes de hacer la fotografía, por lo que había que volcarlo en una placa limpia de cristal y disparar en el momento. A cambio conseguían un tiempo de exposición inferior a los 30 segundos y una gran nitidez.
Vamos pasando de sala en sala hasta llegar a los años 30, los años de la II República y de la cruenta guerra. Sol y sombra para el Prado. En aquellos años el museo ya forma parte de la cultura internacional. Uno de los aspectos más destacados de aquellos tiempos fueron las llamadas Misiones Pedagógicas.
Se recuerda con una impresionante foto retroiluminada del 'Museo Circulante', un proyecto de Manuel B. Cossío que consistía en llevar reproducciones de las obras famosas a lugares donde nunca habían oído hablar de Goya o Velázquez. Acercar el arte al pueblo en una época en la que muchos españoles no sabían leer ni escribir.
Pero llegó la guerra, y con ella una de los periodos más duros del Prado. A través de fotografías descubrimos el camino, en situaciones precarias, que tuvieron que seguir muchas de las obras de arte en peligro por las bombas incendiarias que se lanzaban sobre sus tejados. Llegaron a Valencia, luego fueron acogidas en Cataluña y viajaron hasta Ginebra donde fueron expuestas.
También emociona ver, en las copias modernas de las fotos de Santos Yubero, la vuelta a Madrid de todas ellas. Todo parecía volver a la normalidad, al menos para el museo. Durante el franquismo el Prado intentó recuperar el camino que estuvo a punto de perder. Los grandes artistas volvían una y otra vez a contemplar a los maestros. Y ahí están las fotografías que recuerdan el paso de todos ellos, desde Torrente Ballester a Dalí, pasando por actrices como Gina Lollobrigida a grandes artistas modernos como Pollock, Warhol, Miró...
Para terminar
Al llegar a la época actual llama la atención una pequeña copia de la famosa fotografía de Elliot Erwitt de las majas. Y al final encontramos incluso unas copias enormes en color de modernos visitantes posando en las galerías principales del museo. Incluso la acertada portada del catálogo es Henri Cartier Bresson fotografiado por su mujer Martine Frank mirando un cuadro de Goya. La fotografía siempre ha contado cosas y desde luego ha sido parte importante de su historia.
Pero en la actualidad ya no es así. Está prohibido hacer fotografías en el museo del Prado. En las generaciones futuras, en la celebración del 300 aniversario nadie nos recordará ni a ti ni a mi visitándolo. No se sabe bien el motivo. Puede que sea el uso del flash que se puede evitar. A lo mejor es el tema de los seguros... Quién sabe. Pero ya no se puede llevar una cámara y utilizarla en el templo del arte.
Y todos los fotógrafos deberíamos peregrinar una vez al mes a este museo y sentarnos frente a 'Las meninas' para entender qué es la luz. O mirar de frente a los ojos de Durero para saber cómo retratar. O santiguarnos ante todos y cada uno de los cuadros de Goya porque él fue el primero que vio con ojos de fotógrafo sin la necesidad de una cámara.
La exposición es perfecta para conocer el paso del tiempo. Para apreciar aún más a nuestros maestros. Siempre creo que un fotógrafo no está completo si no tiene como referencia algún cuadro de este museo. La luz siempre la entenderá mejor con Velázquez en la retina y su trabajo con Goya en la memoria. Así que lo mejor que podemos hacer este año es acercarnos por ahí y ver que antes se podían hacer fotos y luego perderse por las salas en busca de inspiración.
‘Museo del Prado 1819-2019 Un lugar de memoria’
Del 19-11-2018 al 10-03-2019 Museo del Prado
calle Felipe V
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