Hoy he podido ver la exposición 'Cualladó esencial. Gabriel Cualladó, fotógrafo (1925-2003)' en la sala Canal de Isabel II de la Comunidad de Madrid. Es uno de los fotógrafos más importantes de la posguerra española. Y uno de los más han influenciado en las generaciones futuras. Pocas veces se puede aprender tanto de la libertad de la fotografía como en esta ocasión. Ver el trabajo de Cualladó es entender la historia de la fotografía con mayúsculas.
En España, en los años 50, la fotografía estaba anquilosada por los salones y la omnipresente figura de Ortiz Echagüe, un pictorialista tardío que copaba todas las publicaciones de aquella época. Pero algunas figuras de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid, el aire limpio y puro del grupo Afal, y la existencia de la Escuela de Madrid (además de otros grupos afines y fotógrafos que poco a poco se van reivindicando), lograron recuperar el tiempo perdido por la losa de la guerra y la dictadura. Habría que citar muchos nombres propios. No sería justo olvidarse de ninguno, pero en todas las crónicas y memorias siempre aparecen como figuras fundamentales Ramón Masats y Gabriel Cualladó...
Este último, fotógrafo aficionado (no podemos nunca olvidarlo), ganó el primer Premio Nacional de Fotografía en 1994. En todas las crónicas de la época y en el vídeo que podemos ver en el piso más alto de la sala Canal de Isabel II, una de las visitas obligadas para todo fotógrafo que se precie en Madrid, siempre hablan de su carácter aglutinador y amable a pesar de no ser un gran hablador. De eso se encargaba su cámara Leica. Sus fotografías conversan con el espectador por él, y ahora que podemos ver una gran selección reunida bajo un mismo techo, por fin podemos entender lo que supone su figura.
Gabriel Cualladó, el fotógrafo que ya no busca sino que encuentra
En mil sitios podemos encontrar datos biográficos de Cualladó. Que si nació en 1925, que si compró su primera cámara en los años cincuenta; que entró en la Real en 1956... Él se dedicaba profesionalmente al mundo del transporte. Y cuando podía se perdía con su cámara y sus amigos, sobre todo Paco Gómez, al que dedicó un precioso libro llamado 'Va por ti' tras su fallecimiento en 1997.
Para Juan Manuel Castro Prieto es un referente de la fotografía. Para Gabino Diego, excelente coleccionista y famoso actor, es el poeta de la imagen por excelencia. Y para los espectadores que ahora mismo le descubren uno de los fotógrafos más modernos que hemos tenido en esta tierra. Porque su trabajo no está sujeto a ninguna moda pasajera, a ninguna corriente con una lista de mandatos. Él es un fotógrafo libre que no tiene miedo a coger un camino oscuro porque sabe que al final siempre verá la luz.
Al recorrer la exposición (siempre me gusta subir al último piso en ese ascensor de película de miedo de la sala y bajar andando) vas encontrando influencias, nunca copias de algunos de los autores esenciales del siglo XX. Pero te rompe porque pocas veces descubres algo igual. Olvídate casi del color, de la nitidez porque sí y los planos perfectos, de la acutancia y la nitidez extrema, del contraste controlado y preciosista.
Ahí están retazos de Eugene Smith, de Walker Evans. Veo a Klein, a los maestros japoneses... pero sobre todo el espectador encontrará a un fotógrafo único de contrastes duros, muy duros; imágenes trepidadas, grano enorme y desordenado; encuadres rompedores, denostados por los fotógrafos postaleros.
Dentro del excelente catálogo que acompaña a la exposición, encontramos una anécdota atribuida a Marcel Proust que también se puede aplicar a nuestro mundo y que Cualladó sin duda aplaudiría:
Proust, a una amiga que le enviaba el texto de un joven argumentando que su escritura era de una corrección gramatical perfecta, responde: “Cuando se ama la lengua, querida amiga, no se la respeta, se la ataca”
Ese el nivel que se puede alcanzar cuando se llega a entender que no todos los caminos están trillados, sino que tú, como autor, puedes ofrecer algo nuevo, fuera de los sacrosantos cánones. Es verdad que tiene alguna fotografía con planteamientos clásicos, como 'La niña de la rosa', pero en cuanto ves 'Hija de Jesús' (1963) se te olvida todo lo demás.
La exposición
Es una de las grandes apuestas para el invierno que se termina en Madrid. Me ha sorprendido ver tanta gente un viernes por la mañana. Había gente de Vitoria, de Barcelona, por supuesto de Madrid. Todos parecían ir a rendir tributo a un autor que he redescubierto gracias a esta exposición.
Son obras vintage, originales supervisados por el propio autor, de las más diversas colecciones privadas, desde el Reina Sofia hasta la famosa Colección Mur que un día sería estupendo ver expuesta en su conjunto.
Podemos verla hasta el 29 de abril en la preciosa sala Canal de Isabel II. Y como digo muchas veces, todo fotógrafo que se precie de serlo, así como los amantes de la imagen, deberían acercarse para descubrir el trabajo de Gabriel Cualladó en todo su esplendor. Pocas veces te das cuenta de lo cerca que tienes a un genio de la fotografía.
‘Cualladó esencial. Gabriel Cualladó (1925-2003)’
Hasta el 29 de abril de 2018
Sala Canal de Isabel II
Entrada gratuita. Martes a sábados de 11:00 a 20:30 h. Domingos y festivos de 11:00 a 14:00 h.
C/ Santa Engracia, 125
28003 Madrid – España
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