En un mundo caótico, como el que nos ha tocado habitar, el devenir de los acontecimientos acostumbra a mostrarse irónico y partícipe de ese mismo caos que parece regir en nuestras vidas. Hace dos noches, mientras escribía sobre Prision Photography y confesaba sentir una admiración infinita por quienes aspiran a usar su fotografía para cambiar el mundo a mejor, nos llegaba esta historia, directamente de su autor, Germán Gutiérrez. Mismo espíritu, distinto escenario.
Era un mensaje directo, sin rodeos, en el que las palabras claves se sucedían como en el guión de una película antes vista y llamaron inmediatamente mi atención: guerra, Vietnam, niños, Agente Naranja... al final una serie fotográfica dramática, la viva imagen del horror y la definición gráfica de la infamia de las guerras.
Germán Gutiérrez debe ser, como decimos por estos lares, un tío echao pa’lante. Nos cuenta que hace dos años dejó su trabajo en la radio para dedicarse a la fotografía, impulsado quizá por el coraje de los últimos románticos. Cogió sus cosas y marchó, de la mano de una ONG, a documentar gráficamente la complicada vida del pueblo Saharaui.
Antes de este proyecto en Vietnam, Germán ha estado fotografiando otros lugares del mundo como la India y Nepal en busca de una perspectiva, dice, alejada de las típicas fotografías de la zona que se presentan como una atractiva guerra de tonalidades. Se me ocurre, aquí, alguna que otra fotografía de ese malabarista del color llamado Steve McCurry.
Reportaje de Germán Gutiérrez en Vietnam
La cercanía de Germán a diferentes ONG es lo que le pone sobre la pista de la problemática del Agente Naranja en Vietnam y como en la historia de ayer, en la que Pete Brook se aventura motivado por el desconocimiento general, siente la necesidad de denunciar gráficamente una situación dantesca y tremendamente injusta.
El Agente Naranja es, grosso modo, un producto mitad herbicida, mitad arma química que el ejército de los Estados Unidos empleó en la Guerra de Vietnam para despejar de vegetación las zonas conflictivas y anular los sistemas de aprovisionamiento del enemigo. Un uso desproporcionado de Dioxina en el Agente Naranja empleado convirtió la mezcla en un arma química que afectó no solo al pueblo vietnamita y a los soldados norteamericanos sino también a la descendencia de los mismos. Hoy, tantos años después, siguen naciendo niños con graves malformaciones a causa del ataque.
Germán, armado con su Nikon D80 y la compañía de José Luis López, amigo, escritor y quien está preparando los textos del proyecto, se presentó en Vietnam dispuesto a volver con una historia que contar y una realidad que mostrar. Nos confiesa que una vez allí, tuvieron que improvisar un poco porque aunque viajaron habiendo contactado desde España con una ONG instalada en Hanoi, al llegar la encontraron cerrada.
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<p>Lo que nos dejaba siempre a cuadros era que cuando le preguntábamos a las enfermeras vietnamitas si pensaban que el Agente Naranja era el causante de todo eso, no sabían de lo que le estábamos hablando</p>
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Tras este primer intento fallido, las fotos se tomaron en un hospital de Saigón, previa rocambolesca historia de permisos y desconocimiento del funcionariado local, y en un orfanato estatal en Hoi An, después de haber sido rechazados en otra institución británica.
He ilustrado con dos de las fotografías menos duras de toda la serie, para visionarlas todas os remito a la web de Germán Gutiérrez no sin antes avisar de que hay fotografías realmente complicadas de ver y asimilar. Es, en definitiva, la cruda realidad, digna de ser contada y difundida con ahínco.
Fotos | Germán Gutiérrez
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