Hace unos días tuvimos la oportunidad de asistir a un taller con Ricky Dávila en Coruña. Después de escucharle atentamente durante un fin de semana, no caben dudas de que Dávila es, además de un profesional curtido en mil batallas, una persona inteligente.
El fotógrafo bilbaíno tiene una visión muy clara del sector fotográfico, lo que le hace acreedor de una importante habilidad para moverse por los vericuetos del negocio.
Su capacidad para expresar sus ideas con gran precisión dejan al descubierto la vasta cultura de un tipo que ha explorado todas las posibilidades del 'oficio fotográfico' llegando a lo más alto: Fotogranprix 93, II Premio Reportaje World Press Photo por "Herederos de Chernobil" y receptor del Ortega y Gasset en el 94 por el mismo trabajo.
En un paseo en coche por la ciudad gallega, tuvimos la oportunidad de charlar un rato con él. Os traemos esa conversación en forma de una nueva entrega de Fotógrafos Como Tú.
¿Cómo llegaste a la fotografía? En realidad yo estudié Biología en la Universidad del País Vasco. Durante la carrera compaginé mis estudios con un taller local de fotografía que me dio muchas alegrías. Fueron cinco años seguidos, una experiencia muy bonita. Y la verdad es que tenía una conciencia muy clara de que no tenía ninguna afición por lo científico. Así que decidí formarme más en lo fotográfico.
En ese momento Nueva York era el centro de muchísima fotografía que yo admiraba. Tengo la doble nacionalidad, pues mi madre es de NY, con lo cual existe también en mí cierto ascendente cultural, así que irme a estudiar fotografía a los Estados Unidos fue muy natural.
En esa época había una escuela muy reputada en Estados Unidos, el ICP. Para mí era una ilusión enorme ir y tuve la suerte de poder acceder a ella y para allá que me fui.
Supongo que es en este punto cuando haces de tu pasión un modo de vida Efectivamente, el oficio nace de la necesidad de hacer de un entretenimiento como la fotografía también una forma de solucionar el llegar a fin de mes. Una vez lo consigues es una enorme suerte que la vocación coincida con el oficio.
Aunque mi ocupación cada vez gravita más sobre mi trabajo personal, todavía le debo mucho al 'oficio', pues buena parte de mis ingresos viene de la fotografía que hago por encargo. Soy un fotógrafo que viene del oficio fotográfico, y eso nunca lo olvidaré.
¿Cómo fueron tus comienzos? Cuando llegué a Madrid trabajé primero en el diario El Sol, luego en la agencia Cover. Fotoperiodismo puro y duro que para mí supuso una escuela que no cambiaría por nada. Aunque tenía un techo muy claro dentro del cual ya no podía evolucionar más. Así que, de un modo inconsciente, me fui distanciando de todo eso.
¿Cuál fue el siguiente paso? Dentro del propio ejercicio del oficio te vas dando cuenta de que trabajos en los que has empleado un mes, para sacar un reportaje, tienen la misma retribución que una sesión con celebrities una tarde. Entonces, cuando tienes que solucionar todo esto como un modus vivendi, inevitablemente, acabas haciendo ese tipo de fotografía.
Esto ya se alejaba del periodismo, son en cierto modo pequeños ejercicios promocionales y de publicidad. Da igual que sean sesiones de moda o retrato editorial, siempre tienes que acreditar al fotografiado. Y eso es divertido como juego, pero no deja mucho margen para lo poético.
A mí me gustaba todo, nunca he tenido mucho problema con la fotografía de encargo, siempre que se entienda lo que es. Pero sí es cierto que en esas ocasiones al poeta hay que dejarlo en la puerta. Y eso se puede hacer muy bien.
Como juego es divertidísimo, llevar los acabados al máximo nivel y vivir la competencia. Toda esa época me ha dado muchas experiencias y encuentros muy bonitos. Muchos rodajes, muchas personas...
La pena es que es verdad que lo que hoy llaman cultura es puro entretinimiento. Y, al final, la suma de encuentros que uno tiene en este mundo no acaban de darle un bagaje personal muy grande. Porque no es que uno esté haciendo a Scorsese, es que estás haciendo a Santiago Segura.
¿Usabas la libertad económica que te daban estos trabajos para llevar a cabo, en paralelo, proyectos más personales? Sí, claro. Y la gente en eso se llamaba a engaño, pues miraban curiosos cómo alguien con trabajos muy personales y de ensayo gráfico, como los que hice en Chernobil o Woodstoock, podía vivir de eso. Pero lo cierto es que me permitía esa libertad con el dinero que obtenía con mis otros trabajos.
¿Crees que estos ensayos gráficos de mediados de los 90 tendrían cabida hoy en los mass media? En los últimos 15 años ha habido una pandemia de celebridades que lo ocupan todo. Los medios ya no son de los periodistas. No hay periodismo en puridad, sobre todo en dominicales.
Puede ser que en algún caso encuentres en ellos un destino ocasional de este tipo de trabajos. Pero en ningún caso son cómplices de su factura ni facilitan ese tipo de ensayos.
¿Resulta posible compaginar trabajos de autor y comerciales? Para mí llevar a cabo ambos tipos de trabajo a la vez era muy satisfactorio. Por un lado tenía el estimulo del dinero y de la publicación inmediata. Era un momento en el que yo tenía tanta o más admiración por Bruce Weber haciendo el Interview americano como por la agencia MAGNUM. Todo formaba parte de mi pequeño bagaje personal.
Sí es cierto que, ahora, con el paso del tiempo, toda esa cuestión de oficio sí creo que va en perjuicio de la pulsión poética. Creo que sí me ha llegado un momento en el que no es tan fácil de conciliar. Pero en ese momento, donde yo todavía modelaba la mirada, casi envidio y añoro esa cintura que yo tenía en lo fotográfico, aquella ilusión que tenía por hacer un rodaje o un actor de teleserie. Antes sí tenía mucha y lo echo en falta. Pero la realidad es otra. Supongo que vas quemando naves, cumpliendo etapas y ahora me encuentro en otra fase mental.
¿Esta pérdida de ilusión desgasta? Supongo que sí. El desgaste lo detecto mucho también en la gente que hace fotoperiodismo, porque es que al final te ponen unas orejeras de burro y acabas creyendo que lo único que es interesante es lo que los medios deciden que es interesante. Y éste, es un momento en el que lo que proponen los medios es un registro muy, muy, muy pequeño de lo que el ámbito de la fotografía puede ofrecer, cuando en realidad la fotografía está viviendo un momento explosivo, con cantidad de propuestas interesantísimas y diversas.
¿Inviertes tiempo en la obra de otros? Sí, creo que es fundamental, ya no como medio para obtener tu propio trabajo, sino como fin en sí mismo. Es uno de los grandes premios.
Durante una etapa perdí esto, no me gustó. Ahora, al haber recuperado la afición por lo fotográfico, una de las grandes suertes en las que me veo inmerso es en que soy muy receptivo al trabajo de los demás, que me hace disfrutar mucho. Creo que es muy importante ser espectador de la fotografía de otros.
¿Cómo valoras los proyectos de tu carrera como autor? ¿Encuentras diferencias entre 'Manila' e 'Ibérica'? Son dos proyectos que veo como muy juntos. Acabo de terminar 'Ibérica'. Tanto 'Ibérica' como 'Manila' son dos libros a los que les tengo mucho cariño, porque están recién paridos, pero también les veo una impronta en su dimensión y en su tratamiento que se aleja de lo que quiero hacer ahora, algo más introspectivo y menos institucionalizado.
Ahora lo que quiero es ir sumando situaciones, jugar, sobre todo jugar, y no obligarme a la gramática concreta de un proyecto concreto. Quisiera que esto viniera un poco solo.
Los otros dos proyectos, sobre todo al dividirlos, me sirvieron para darme cuenta de que yo podía llevar a cabo proyectos sobre todo sin depender de los medios de comunicación. Para mí fue muy liberador.
¿Qué vendrá ahora? A partir de ahora me quiero demostrar sobre todo, hay una sensación de una cierta independencia que es muy gratificante. Porque en este mundo de tiburones, el ejercicio fotográfico como tal, cuando uno le da cumplimiento, como cuando se escribe un poema o una canción, sí que es un pequeño ejercicio de libertad personal que muchas veces no sabemos administrar. A mí eso me parece demostrarse a uno mismo que "Ey! Estoy aquí, puedo hacer esto y lo hago"
Como autor, ¿albergas algún miedo? Es una buena pregunta. Mi amigo Alberto García-Alix me dice siempre una frase que hay escrita en un muro en el Malecón de La Habana: "Cuando tenemos las respuestas, nos han cambiado las preguntas". Con los miedos pasa lo mismo, van cambiando. Son de otro orden y son mayores.
Tengo una admiración creciente por trabajos que yo veo de una enorme integridad personal. En lo formal, en lo estético, pero también en lo ético. No sé si es un miedo, pero sí un deseo para el que temo no estar a la altura: tener integridad personal en el trabajo. Al final la fotografía es sólo un medio para explicaciones de otro orden como la amistad, la muerte...
La afición a la fotografía, a lo visual, creo que en mi caso es muy frágil. Junto al amor de mi pareja es lo único que tengo y temo que eso me falle. Tendría un enorme miedo a perderme la fotografía en este momento, tanto en mi faceta de realizador como en la de espectador. Y eso puede ocurrir. Porque eso es "el resabio", no "la sabiduría". Eso lo tenemos todos ahí.
¿Temes convertirte en un 'resabio'? En la época que va de 1996 a 2000 viví una época en que creía saberlo todo, vivía como una pérdida de afición creciente, tanto desde mi posición de autor como de espectador del trabajo de otros. Eso te lleva a un empobrecimiento cada vez más acusado. Era un 'resabio'.
Sé que tuve una etapa de 'resabio', de narcisismo y de egotismo a la que estoy seguro de no querer volver.
¿Cuál es tu flujo de trabajo? Siempre hago tomas RAW, las trabajo en postpo y saco una copia física. He recuperado matéricamente el copiado como destino final de la foto. Esto me ayuda mucho, creo que la foto no existe sin su soporte y el hecho de que las fotos se pierdan en el limbo del ordenador es un poco atacante. En cambio, poder manejarme en copias, en opacos, con luz reflejada, que es como yo entiendo la fotografía y que es lo que a mí me gusta, me ha vuelto a proporcionar un flujo de trabajo muy cómodo.
¿Ha sido duro para ti el paso a digital? Disfruto enormemente con lo digital, porque he recuperado la alquimia doméstica. Lo que antes tenía formulado con un laboratorio analógico lo tengo ahora con las impresiones de chorro de tinta, e incluso multiplicado. Entonces, en este momento, tras unos años de mucha diletancia e inseguridad, empiezo a volver a tener un guión de trabajo reformulado desde los hábitos digitales pero con la misma premisa de naturalidad en la que había venido desenvolviéndome.
Esto me tiene encantado, estoy en una fase de mucho disfrute. En internet encuentras mucha información y recursos para estas cosas. El único peligro es la sobreinformación y caer en el engolosinamiento técnico. Los que venimos del analógico tenemos una relación de la fotografía más contemplativa y, por lo tanto, más serena. Creo que estamos menos expuestos a la incontinencia visual que ha venido con el digital. Juntar las dos cosas creo que es muy bonito.
Cambiamos radicalmente de tema. ¿Tienes referentes? Por supuesto, a mis fotógrafos de referencia les llamo 'héroes'. Es importantísimo tener autores que admiras, para aprender de ellos y evolucionar. Aunque tiene su punto de peligro, porque llega un momento en el que los tienes que 'matar' o te matan ellos a ti. Así que van cambiando con el tiempo.
¿Podrías decirnos el nombre de cinco de tus héroes? Aunque pienso y pienso no encuentro más que cuatro que lleguen al nivel de 'héroes' en este momento. Son mis cuatro mosqueteros: * Anders Petersen * Antoine D'Agata * Daido Moriyama * Alberto García-Alix.
¿Cinco libros de fotografía? 'Raised by Wolves' de Jim Goldberg. 'Remix' de Daido Moriyama. 'French Kisses' de Anders Petersen, que salió a la luz hace sólo unos días. 'Revelations' de Diane Arbus, que aunque no es suyo es un libro retrospectivo muy bonito que han hecho con su obra. 'Evidence' de Richard Avedon
¿Qué te parecen las nuevas formas de mostrar el trabajo que están surgiendo en la red? Me parece muy afortunado que todo esto se haya federalizado. Sobre todo me parece bueno que en la gente y en los creadores, sobre todo los documentalistas, se despierte la conciencia de que no todo tiene que pasar por el aro mediático.
Hay muchos lugares ahora donde mostrar el trabajo y cada vez veo más que lo mejor está orillado por el mainstream cultural, así que no hay que tener ningún reparo de valerse, utilizar y aprovechar todo eso.
Tu montaje de 'Manila', 'Magnum in Motion', 'Tres Vídeos Tristes' de García-Alix... Últimamente vemos cada vez con más frecuencia que fotografía y vídeo van unidos ¿Qué te parece el vídeo como vehículo para mostrar fotografías? Me parece muy positivo. Al final siempre es una cuestión de la mirada. Y mirada sólo hay una, mientras que estrategias de mostrar las cosas hay muchas muy distintas. Lo importante es hacerlo con sensibilidad e integridad personal.
Además, aconsejo ser elástico con uno mismo en esto, porque si no uno se pasa toda la vida encorsetado. Me parecen vías ricas y estimulantes.
Hemos terminado. Muchas gracias, Ricky, por tu tiempo y por compartir tu visión con nosotros. ¿Te apetece decir algo? Sí. ¡Que viva el pixel!
Más información | Ricky Dávila
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