Un magnífico plato de comida o una cesta llena de ricas verduras y fruta son estupendos motivos fotográficos, que no siempre se escogen como recurrentes entre los aficionados. Sin embargo, resulta muy satisfactorio probar a fotografiar alimentos, supone una dificultad añadida pero, por ello es muy estimulante.
Al menos a mí así me ocurrió una vez. No hace mucho tuve que realizar unas fotos de distintos platos para después diseñar una carta de comidas. No era nada excesivamente profesional, puesto que para lograr esas imágenes que vemos en las vallas publicitarias (por cierto llevan un enorme trabajo de retoque) hay que contar con un gran equipo y conocimiento, por ello al principio me resultó un abismo.
No sabía como afrontarlo, pero con mucha paciencia y aplicando ciertos conocimientos generales sobre fotografía logré salir airoso del apuro. Y con ello me percaté de lo interesante que era el tema de la fotografía de alimentos. Voy a recopilar algunos sencillos consejos por si os encontráis con la misma situación, o simplemente os apetece el reto.
Lo más importante es la iluminación. Hay que ver, analizar el entorno y buscar la fuente de luz más idónea. La luz natural es magnífica, siempre y cuando sea suficiente, pero no está de más apoyarla con luz auxiliar. Con reflectores (una simple cartulina blanca) o algún flash indirecto.
Por cierto, evita el uso del flash directo, produce unos brillos excesivos con resultados poco agradables.
Hay que lograr potenciar al máximo las texturas, por lo que es importante que la luz no sea excesiva. Mejor algo más baja de lo que pensamos, una vez hagamos las primeras mediciones con la cámara.
Para ingredientes translúcidos, como hojas de verduras, es muy interesante una suave fuente de luz desde atrás.
Siempre utiliza trípode, así evitamos movimientos indeseados en las tomas. Y además, intenta mantener la cámara entre unos 10 y 45 grados por encima del plato o del motivo, con ello lograremos profundidad.
En cuanto a los objetivos puedes probar dos opciones diferentes. Un teleobjetivo con una abertura de diafragma mínima para lograr que quede enfocado todo el motivo, incluso el fondo (ver siguiente punto). O bien un angular con una abertura grande y controlando bien la profundidad de campo. Ambas posibilidades pueden funcionar bien, dependiendo de la situación. Aunque el angular puede provocar que las dimensiones de los elementos queden algo distorsionados y hay que tenerlo en cuenta en el resultado final. Prueba varias opciones.
Cuida el fondo. Es muy importante. Si fotografías un plato con una jugosa carne guisada por tu madre, puedes optar por colocar detrás algún cesto con panes. Preparar un bodegón sencillo de fondo es idóneo, sin que reste interés al motivo principal (se pueden utilizar copas, botellas de cristal, por ejemplo). La composición es muy importante, por lo que además intenta utilizar encuadres cerrados, eliminando todo lo prescindible y las posibles distracciones.
Mide bien con el Balance de Blancos, es importante para lograr una temperatura de color adecuada al motivo y resaltar bien los colores. Y mejor usa una velocidad ISO baja.
Para resaltar algunos alimentos podemos utilizar algunos trucos profesionales: pulveriza con aceite una ensalada y lograrás unas fantásticas gotas o con glicerina sobre la fruta y darás un aspecto de frescura idóneo.
No olvidemos el imprescindible procesado. Podemos mejorar la saturación de colores, el equilibrio de sombras y luces, eliminar algún brillo indeseado...
Si te pones a ello, comprobarás que resulta interesante. Afrontar la dificultad de la iluminación, captar las texturas supone un reto estimulante. Y no olvides hacer todas las pruebas que puedas hasta lograr lo que buscas.
Más información | Food Photography Blog Fotos | Tanya! y Paula Vucovich
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