La luz es la auténtica materia prima de nuestras fotografías. Conocer su naturaleza y sus propiedades es esencial si queremos entender cómo la maneja nuestra cámara. Y, por supuesto, también si queremos manipularla correctamente para conseguir que nuestras instantáneas tengan el acabado que tenemos en mente y la calidad a la que aspiramos.
En este post os proponemos que profundicemos juntos en las cuatro propiedades de la luz con las que todos los fotógrafos debemos estar familiarizados: la calidad, el color, la dirección y la intensidad. Conocerlas con cierto detalle nos ayudará a identificar las condiciones idóneas en las que podemos tomar nuestras fotografías. Y también, cómo no, a dar rienda suelta a nuestra creatividad. Los grandes maestros de la fotografía son profundos conocedores de la naturaleza de la luz. Sin excepción. Espero que cuando terminéis de leer este post también vosotros os sintáis un poco más cómodos con ella.
1. Calidad
Describe la relación existente entre el tamaño de la fuente que emite la luz y el del objeto que estamos fotografiando. De ella depende que las sombras aparezcan suavizadas o adquieran una presencia marcada. Nos interesa conocer dos tipos de luz: la dura y la suave. La primera, la dura, aparece cuando el tamaño de la fuente que emite la luz es pequeño comparado con el del objeto que estamos fotografiando, y genera sombras marcadas, así como un contraste intenso entre las zonas iluminadas y las zonas en sombra. Es interesante para conseguir un elevado nivel de detalle.
Por el contrario, la luz suave aparece cuando la fuente que emite la luz es grande en comparación con el objeto fotografiado, o bien se refleja sobre una superficie amplia. Las sombras que nos proporciona están menos marcadas que cuando utilizamos la luz dura, por lo que nos ofrece menos nivel de detalle, pero también colores suaves y agradables que reducen la carga dramática de las instantáneas e incrementan la sensación de placidez y relajación.
2. Color
Nosotros no vemos los objetos de nuestro entorno del color que realmente tienen. De hecho, el color no es una característica intrínseca de los objetos, sino que está determinado, por un lado, por la forma en que el objeto interacciona con la luz blanca, y, por otra parte, por la manera en que nuestros ojos y nuestro cerebro interpretan la información que reciben. Cuando la luz blanca incide sobre un objeto cualquiera, una parte de su energía es absorbida, mientras que otra parte de su longitud de onda es reflejada. Es esta última la que determina de qué color lo vemos.
Para identificar el color de una forma precisa utilizamos el concepto de temperatura de color, que nos indica el color de la luz emitida por una fuente entre el rojo (cálido) y el azul (frío). Su unidad de medida es el Kelvin (K), y nos permite averiguar en qué medida la luz blanca se ha desviado hacia el rojo o el azul en función de la temperatura alcanzada por el objeto que la emite. Para entender todo esto mejor podemos recurrir a un ejemplo. La luz solar directa, la blanca, tiene una temperatura de color de 5.500 K. Sin embargo, la luz emitida por una vela tiene 2.000 K, y, por tanto, es más anaranjada, mientras que un cielo «encapotado» alcanza los 6.500 K, y, por tanto, emite una luz azulada.
La dominante del color del espectro que se impone en un determinado tipo de luz puede ser compensada ajustando la temperatura de color de nuestra cámara, o bien durante el revelado de los archivos RAW.
3. Dirección
Esta propiedad está asociada a las rectas imaginarias que, de alguna forma, nos indican la trayectoria que sigue la luz. Pero lo realmente importante es que la dirección de la luz nos permite reforzar o suavizar el volumen, el color y la forma del objeto que estamos fotografiando. A la hora de iluminar un objeto o una escena tenemos cinco opciones. La luz frontal minimiza el volumen y las sombras y nos ofrece colores puros. La luz trasera, sin embargo, acentúa las sombras, atenúa el color y define el contorno de los objetos.
La siguiente dirección que nos interesa conocer es la lateral, que acentúa el relieve, la textura y alarga las sombras. La cenital incide en los objetos desde arriba y da sensación de profundidad debido a que nos permite separar los objetos situados en primer plano del fondo. La opuesta a la luz cenital es la nadir. Por tanto, ilumina los objetos desde abajo, y produce sombras muy poco naturales debido a que es poco frecuente en la naturaleza (solo aparece cuando la luz se refleja en la nieve, en el agua, etc.). La estética artificial que confiere a nuestras fotografías nos invita a no abusar de la luz nadir o contrapicada.
4. Intensidad
Nos indica qué cantidad de luz está presente en la escena que queremos fotografiar, y es necesario identificarla correctamente si queremos que nuestra fotografía quede bien expuesta. La subexposición se produce cuando la cantidad de luz es deficiente, y provoca una pérdida importante de información en la zona de tonos claros. Por el contrario, la sobreexposición revela que hay un exceso de luz que podemos compensar reduciendo la sensibilidad, cerrando más el diafragma o incrementando la velocidad de obturación. Incluso, por supuesto, actuando sobre varios de estos parámetros simultáneamente.
Imagen de apertura | Linda O'Dell
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