De alcanzar la gloria como fotógrafo a retirarse de la fotografía para vivir aislado y meditar. Sergio Larraín, un genio chileno que tuvo una fulgurante carrera llegando a entrar en la Agencia Magnum de la mano del mismísimo Cartier-Bresson, realizó un trabajo memorable.
Su fotografía es lírica, cercana y certera. Retrató lo que vió, lo que le gustó, lo que le llamaba la atención… dejándose llevar sin ningún motivo. Caminando, errando, explorando o, cómo se le ha calificado, vagabundeando con cámara en mano.
Los inicios
Larraín es uno de los grandes puntales del reportaje durante poco más de una década, de finales de los 50 a finales de los 60. Una carrera corta pero brillante, sublime, alcanzando la cúspide como fotógrafo de reportaje, su verdadera pasión. Pero no era un artista al uso, no le gustaba alardear, ni hablar de su trabajo ni de sí mismo. Huyó del ego, algo que nunca dejó que condicionara su trabajo, ni su vida. Por eso, decidió abandonarlo todo y dedicarse a reflexionar, a pensar, a meditar… en un pequeño pueblo chileno donde abandonó la fotografía pero que, gracias a la correspondencia que mantuvo, dejó una muestra contundente de su clarividencia fotográfica, propia de un gran talento. Un genio para muchos.
Nacido de una familia acomodada en Santiago de Chile, Larraín no quiso plegarse a la facilidad del dinero, siempre tuvo la inquietud de buscar su propio camino, sin ayuda. Pronto abandonó sus estudios de ingeniería forestal en la Universidad de Berckley, en California, para dedicarse a vagabundear, a observar,… lo que le llevó a convertirse en fotógrafo. También hubo algo de fortuito en tal decisión, ya que tras ganar su primer salario lavando platos decidió darse un capricho y decidió comprarse lo que más le llamara la atención. Lo que acabó siendo una Leica IIIC.
El primer trabajo y con el que causó gran sensación
Luego vino un largo viaje por Oriente y Europa, lo que le abrió los ojos, le despertó su curiosidad visual como fotógrafo y decidió que ese sería su camino. A mediados de los años 50 se instaló en Valparaíso, a la postre escenario de buena parte de su trabajo fotográfico en distintas etapas. Allí empezó a realizar sus primeros encargos fotográficos, centrado en los niños de la calle, vistos con cercanía, con empatía,… donde demuestra su interés por la injusticia social. Este primer paso como fotógrafo le llevó de la mano hacia el éxito. El MoMa de Nueva York le compró algunas fotos y el British Council le otorgó una beca en 1959 para fotografiar Londres. Su técnica también es peculiar, es un fotógrafo que trabaja desde cerca, se hace “invisible” y realiza muchas tomas en contrapicado, encuadrando a ras de suelo.
El resultado vuelve a mostrar su enorme talento fotográfico. Una visión de la ciudad con gran profundidad, lirismo… pura poesía. En este trabajo se fijó Henri Cartier-Bresson que le ofrece entrar en Magnum. Aunque para ponerle a prueba y confirmar su valía le encarga un trabajo complicado, que nadie había conseguido llevar a cabo: viajar a Sicilia para fotografiar a la mafia y, en concreto, a un poderoso capo perseguido del que no se conoce su aspecto.
Sergio Larraín: de Magnum al cielo del reportaje fotográfico
Larraín estuvo tres mes en Sicilia, Nápoles y Calabria. No solo fotografió a la mafia de cerca, sino desde dentro, logrando no un retrato del famoso capo buscado, sino medio centenar de imágenes del capo en distintas situaciones cotidianas (posando, comiendo, durmiendo…). Este sorprendente resultado le abre las puertas de Magnum como asociado y el reconocimiento como un fotógrafo de raza. Aunque, años más tarde, el propio Larraín reconocería que este trabajo fue un error, había logrado fotografiar a la mafia, pero con tanta cercanía, tan desde dentro, que en realidad esas imágenes la ensalzaban. Así era Sergio Larraín.
A partir de aquí su carrera fue más imparable si cabe. Ya con el apoyo de Magnum, el chileno se convierte en un reportero excepcional, realizando trabajos destacados y logrando un gran reconocimiento internacional. Publica su primer libro 'El rectángulo en la mano’, retrata a grandes figuras como Pablo Neruda, realiza reportajes sobre exclusión social en Valparaíso, pero también sobre el colonialismo en Argelia. Y publica para las prestigiosas publicaciones Paris Match, Life o The New York Times.
Abandona la fotografía justo cuando se encuentra en la cúspide
Pero, en 1968 llega el cambio. Empieza a dejar la fotografía de lado para lanzar a “rescatar el alma”. Empieza a practicar yoga y reflexionar, hasta que poco después abandona Magnum. Se lleva los negativos y los destruye. Quiere olvidarse de la fotografía para siempre. La suerte nos permite contar con parte de su trabajo porque otro fotógrafo de Magnum tenía muchas copias del chileno. El mismísimo Josef Koudelka le adoraba y admiraba. Gracias a ello parte del trabajo de Larraín se conoce y preservó a pesar del intento del propio autor de destruirlo.
A partir de aquí, Larraín vive retirado en la cordillera chilena, cerca de Valparaíso, pero sin dar apenas noticias al exterior. Casi nadie sabe donde se encuentra exactamente. Se convierte en ermitaño, abandona a su familia y amigos. Aunque, por fortuna no del todo, y así mantiene cierta correspondencia con algunas personas (incluso permite que una periodista escriba un magnífico reportaje sobre él), entre las que hay que pescar un carta a un sobrino que quiere dedicarse a la fotografía y al que le dedica algunos consejos. La pura esencia del aprendizaje fotográfico, una lección sublime que cualquiera que quiera dedicarse a la fotografía debería enmarcar y asimilar.
"Vagar y vagar por partes desconocidas, y sentarse cuando uno está cansado bajo un árbol, comprar un plátano o unos panes y así tomar un tren, ir a una parte que a uno le tinque, y mirar, dibujar también, y mirar. Salirse del mundo conocido, entrar en lo que nunca has visto, dejarse llevar por el gusto, mucho ir de una parte a otra, por donde te vaya tincando. De a poco vas encontrando cosas y te van viniendo imágenes, como apariciones las tomas"
Esta carta se puede leer íntegra, pero muy recomendable es la reproducción de la misma, con su puño y letra, recogida en el mejor libro realizado sobre su obra y que resulta indispensable y altamente recomendable. Un libro que el chileno pidió a Agnès Sire (directora artística de Magnum) no se llevara a cabo hasta su muerte, acaecida en 2012. Tras su pérdida comenzó una importante retrospectiva en Arlés, en 2013 y la publicación del libro en 2014.
Foto inicio | Valparaíso, Chile. 1963. Del libro 'Sergio Larrain' (Ed. Aperture)
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