Si hay un fotógrafo documentalista en la actualidad al que podemos calificar de un auténtico artista, sin duda, para mí ese es Gregory Colbert. Estoy seguro de que muchos conocéis su obra y estaréis de acuerdo conmigo en mayor o menor medida.
Pero claro, es que estamos hablando de un cineasta y fotógrafo canadiense bastante especial. ¿Por qué especial? Resulta que el bueno de Gregory, empezó en el cine haciendo documentales sociales muy bien valorados y después de haberse encaminado hacia la fotografía artística y tenido ya éxito exponiendo en el Museo de Elysée de Suiza, tuvo la maravillosa idea de irse de viaje, durante diez años, a un montón de sitios en países africanos, asiáticos e incluso a la Antártida para documentar gráficamente la interacción entre el hombre y los animales.
Sólo con haberos contado esto, creo que ya os podéis imaginar el potencial de esa triple combinación explosiva: un tío que es un genial cineasta documentalista, que se pasa a la fotografía artística con tanto o más éxito y que encima se va nada menos que a recorrer los lugares más increíbles del planeta con un proyecto sumamente prometedor e interesante. Esto por si sólo creo ya tiene bastante mérito, pero es que encima de echarle narices, resulta que le salió muy bien. Claro, le salió bien porque se lo trabajó y porque es un fuera de serie. Pero bueno, sigamos.
En sus numerosas expediciones, fotografió y filmó a un sinfín de especies animales diferentes relacionándose con seres humanos (como monjes o tribus indígenas), desde águilas y halcones hasta ballenas y elefantes, pasando por felinos de gran tamaño, cocodrilos o babuinos, entre otros muchos. Lo hizo desde el respeto más profundo a esos seres y con un rigor documental impecable, y no sólo eso, sino que además lo hizo muy bien y lo hizo de una manera artística. Y lo hizo durante diez años, sin mostrar al mundo absolutamente nada en todo ese tiempo.
En el año 2002, y después de ese largo período de trabajo, se plantó en Venecia y presentó su obra Ashes and Snow, considerada como una de las mayores exposiciones de un único autor. Pero es que no conforme, por si todo esto no fuese lo suficientemente bueno y grande, resulta que construyeron un museo itinerante para llevar la exposición alrededor del mundo, el Museo Nómada, que desde 2005 hasta la actualidad pasó por Nueva York, Santa Mónica (California), Tokio y la Ciudad de México.
Ashes and Snow es una obra impresionante – que yo mataría por visitar en persona – simplemente por su valor y su calidad, pero además es la exposición de un artista vivo más visitada de la historia, con una asistencia de más de diez millones de personas. Y no me extraña, porque no todos los días tiene uno la posibilidad de visitar un bestiario – como él mismo lo denomina – tan interesante como éste.
Las fotografías y vídeos de Ashes and Snow nos muestran escenas de perfecta armonía entre los animales salvajes y los seres humanos, conviviendo en paz y calma. Son imágenes profundamente líricas que desprenden serenidad y que buscan situar al espectador en un punto de vista diferente, el de los propios animales.
Nada más ver una fotografía de este señor, nos choca mucho ese preciosismo visual exacerbado, que a unos nos puede entusiasmar, como a mí, y a otros todo lo contrario. Y no dudéis de que hay mucha gente que le critica por ello, aunque probablemente hay otra tanta o más que le admira y felicita. En cualquier caso, lo que no podemos negar es que tiene un estilo tan propio que cualquiera puede reconocer al autor al ver una obra suya, y eso es lo difícil y lo que todo el mundo valora.
Para los más curiosos, aclarar que según el autor ninguna de las imágenes se ha manipulado de forma digital para parecer un collage o está superpuesta, sino que las imágenes registran lo que el artista vio a través del objetivo de su cámara, y ese acabado tan especial es fruto de un proceso encaústico sobre papel japonés hecho a mano.
Por supuesto que todas las opiniones son igual de válidas, pero me gustaría destacar el contexto en el que Colbert utiliza este recurso estético, y es que si no es apropiado para esta temática y en este tipo de trabajo, ¿cuándo lo es? Entiendo que se critique, por ejemplo, el preciosismo de Sebastiäo Salgado por el tipo de temáticas que él aborda, ya que se le puede achacar que adorne y embellezca una realidad que es desgracia y miseria de otros seres humanos. Pero en el caso de Gregory, al menos en mi opinión, incluso cumple una misión de defensa y reclamo en favor de la preservación de algo tan maravilloso como él nos lo presenta.
Al explorar las sensibilidades poéticas y el lenguaje compartidos por todos los animales, con mi trabajo busco redescubrir esa tierra común que una vez existió cuando las personas vivían en armonía con los animales. Las imágenes muestran un mundo que no tiene ni principio ni fin, ni un aquí ni un allí, ni pasado ni presente.
No sé vosotros, pero yo ante este señor me quito el sombrero y sinceramente no puedo hacer otra cosa que admirar su trabajo y a él mismo. Así que, tanto si os gusta la fotografía documental como si os gusta la fotografía artística (o ambas), os recomiendo sin ninguna duda que conozcáis su obra porque es muy probable que os entusiasme y os inspire.
Página oficial | Ashes and Snow
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